Queridos camaradas
Hombres del Sur
Hermanos chilenos:
Nosotros, sabemos también que entre esos pocos, algunos tienen el destino de nombrar con nombres verdaderos. Y con esas palabras, reunir en sí mismos la inquietud de los dioses.
Entonces, cuando muere un hombre como Miguel Serrano, los nombres verdaderos quedan huérfanos, se sublevan de puro vacíos.
¿Cómo agitar ese vacío para cauterizar la herida del mito? ¿Cómo hacer para que regresen los sueños, que ese hombre hizo crecer para su Patria, para sus amigos, para sus dioses?
Somos ahora responsables de una nueva gran ceniza. Conjuremos su rumbo solar con viejas runas, con el calor de las palmas de las manos, al salir el sol.
Abramos el Sur a los vientos, que recordarán los cabellos blancos de Don Miguel Serrano.
Nuestro mito tiene aristas. En eso consiste su riqueza. Es como un diamante que se pule. Como una escultura que ritualmente escondemos bajo el hielo.
Es un mito que trasmuta por la sangre maravillosa de los olvidados del mundo.
Don Miguel es ahora parte de nuestro mito. No está sólo, sino con un número preciso de sus hermanos.
Desde aquí lo saludamos. Seguiremos buscando los caminos huecos, las húmedas brechas, los vientos de la polaridad Sur.
Nacimos al Sur. Que nadie diga que fue un vano nacimiento.
Y si es cierto que algún día todo será olvido, que el nuestro sea el más denso, el más tenaz, el más persistente núcleo de olvidadas cenizas, porque en esa voluntad mitológica y ritual, se gestará el retorno de los buenos tiempos.
Por Juan Pablo Vitali
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